Tras redescubrir en el año 2010 la tumba de Ptahmes, había sido abandonada por saqueadores de tumbas en el siglo XIX, un equipo de científicos de las Universidades de Catania y el Cairo han descubierto que lo que podrían ser restos del queso más antiguo jamás encontrado.
Este increíble hallazgo se produce cuando en el interior de la tumba de este oficial de alto rango (durante los reinados de Seti y de Ramsés II), se encontraron diferentes vasijas de barro.
En una de estas vasijas, cubierta con lienzos o lona, los arqueólogos egipcios y los científicos italianos, encontraron lo que parecía ser una blanquecina que, una vez estudiada y analizada en la Universidad italiana de Catania, se confirmó que se trataba de un producto lácteo, elaborado con leche de vaca, de oveja o de cabra.
Pero ¿cómo sabían que se trataba de un queso y no de cualquier otro producto?
Los científicos decidieron estudiar no solo la composición de esta sustancia, sino cómo se había intentado conservar dentro de la tumba. Al parecer, las vasijas estaban conservadas tapadas con un trozo de lienzo o de lona, con la que intentaban conservar de la mejor manera posible el alimento que estaba en su interior.
Por todo ello, pudieron llegar a la conclusión de que únicamente podría estar conservando algún tipo de alimento sólido, por lo que estaríamos hablando de un queso de más de 3.200 años.
Un queso “mortalmente” bueno
Los investigadores y científicos que han estado analizando este queso, descubrieron además que este estaba contaminado con “Brucella melitensis”, la bacteria causante de la brucelosis.
Y ¿qué es la brucelosis? Pues se trata de una enfermedad que parece ser era muy habitual en el antiguo Egipto.
Esta enfermedad se contagiaba de los animales utilizados como ganado cuando los egipcios consumían productos lácteos de ellos y estos no recibían ningún proceso de pasteurización.
Las consecuencias de esta enfermedad eran la fiebre alta, los vómitos, las diarreas y demás dolores digestivos, pudiendo incluso causar la muerte en los casos más graves.
Y es que, aunque se sabía de su existencia después de examinar algunas momias encontradas, nunca se habían podido encontrar pruebas en ningún alimento, por lo que se trata de un gran descubrimiento, que no solo nos permite conocer más la alimentación de los egipcios, sino conocer las claves de una de las enfermedades más extendidas de la época.
Por ello, todo esto podría aportar nuevos datos de la manera en la que se producían y se consumían ciertos alimentos durante la gran civilización egipcia.
Y algo tenemos claro, ¡ellos también eran grandes amantes del queso!